Romanos 10.17
Una de las razones de ser de la Iglesia, se relaciona con su responsabilidad de comunicar la Palabra de Dios, palabra hecha carne en la persona de Jesucristo. Si la finalidad de la Iglesia fuera solamente la contemplación o la adoración, por ejemplo, Dios bien pudiera llevarla de manera inmediata a su presencia para así deleitarse en la perfección celestial de la alabanza de su pueblo redimido. Pero la ha dejado sobre la tierra y, mientras nosotros, los que la formamos, estamos en ella, tenemos también una responsabilidad hacia nuestros semejantes. La Iglesia está aquí y ahora para anunciar la voluntad de Dios, expresada en su Palabra y demostrada en hechos por Cristo, a un mundo que aquí y ahora lo necesita. Este anuncio tiene su punto de partida en lo que entendemos por evangelización pero incluye más que eso.
Los reformadores redescubrieron la relación directa entre la fe y la Palabra en la dinámica de la gracia de Dios. De allí el clásico precepto: Sola gracia, sola fe, sola Escritura. El versículo que precede a este comentario, tomado de la Carta a los Romanos, indica que la fe es producto del contacto directo con la Palabra de Dios. Por eso, una fe que recibe, lee, medita y vive la Palabra de Dios, es una fe que se acrecienta y madura. Se trata de una regla de proporción directa: un mayor contacto de la Biblia provoca mayor robustez en la fe. Lo mismo es válido a la inversa: menos dedicación a la Palabra provoca debilidad e inconsistencia en la fe.
El ministerio de la Educación Cristiana es una de las áreas de la Iglesia que más estrechamente se vincula con la Palabra. Su tarea es la de propiciar el estudio y la reflexión sistemática, tan necesarios para nutrir la fe. Mucho de la salud y de la madurez espiritual de toda congregación depende de la enseñanza bíblica. Algunas voces han señalado un irresponsable descuido de la Palabra por parte del la Iglesia Cristiana en décadas anteriores. Hoy vivimos en un tiempo diferente. La Iglesia Católica ha dado un nuevo impulso a la práctica de la lectio divina y procura una sólida formación para sus catequistas. La Iglesia Evangélica se ha abocado a un esfuerzo de mayor promoción y difusión de la Palabra de Dios.
Es tiempo de volver a la Fuente. Es la hora de renovar nuestro compromiso de leer, estudiar y compartir la Biblia, de manera personal y en comunidad. Es el momento de aprovechar todas las instancias que la Iglesia propone para el encuentro con el Dios de la Palabra y con su Palabra. Una de ellas es la Escuela Dominical. El resultado será una fe personal creciente y una comunidad pujante.
Una de las razones de ser de la Iglesia, se relaciona con su responsabilidad de comunicar la Palabra de Dios, palabra hecha carne en la persona de Jesucristo. Si la finalidad de la Iglesia fuera solamente la contemplación o la adoración, por ejemplo, Dios bien pudiera llevarla de manera inmediata a su presencia para así deleitarse en la perfección celestial de la alabanza de su pueblo redimido. Pero la ha dejado sobre la tierra y, mientras nosotros, los que la formamos, estamos en ella, tenemos también una responsabilidad hacia nuestros semejantes. La Iglesia está aquí y ahora para anunciar la voluntad de Dios, expresada en su Palabra y demostrada en hechos por Cristo, a un mundo que aquí y ahora lo necesita. Este anuncio tiene su punto de partida en lo que entendemos por evangelización pero incluye más que eso.
Los reformadores redescubrieron la relación directa entre la fe y la Palabra en la dinámica de la gracia de Dios. De allí el clásico precepto: Sola gracia, sola fe, sola Escritura. El versículo que precede a este comentario, tomado de la Carta a los Romanos, indica que la fe es producto del contacto directo con la Palabra de Dios. Por eso, una fe que recibe, lee, medita y vive la Palabra de Dios, es una fe que se acrecienta y madura. Se trata de una regla de proporción directa: un mayor contacto de la Biblia provoca mayor robustez en la fe. Lo mismo es válido a la inversa: menos dedicación a la Palabra provoca debilidad e inconsistencia en la fe.
El ministerio de la Educación Cristiana es una de las áreas de la Iglesia que más estrechamente se vincula con la Palabra. Su tarea es la de propiciar el estudio y la reflexión sistemática, tan necesarios para nutrir la fe. Mucho de la salud y de la madurez espiritual de toda congregación depende de la enseñanza bíblica. Algunas voces han señalado un irresponsable descuido de la Palabra por parte del la Iglesia Cristiana en décadas anteriores. Hoy vivimos en un tiempo diferente. La Iglesia Católica ha dado un nuevo impulso a la práctica de la lectio divina y procura una sólida formación para sus catequistas. La Iglesia Evangélica se ha abocado a un esfuerzo de mayor promoción y difusión de la Palabra de Dios.
Es tiempo de volver a la Fuente. Es la hora de renovar nuestro compromiso de leer, estudiar y compartir la Biblia, de manera personal y en comunidad. Es el momento de aprovechar todas las instancias que la Iglesia propone para el encuentro con el Dios de la Palabra y con su Palabra. Una de ellas es la Escuela Dominical. El resultado será una fe personal creciente y una comunidad pujante.
Aporte del Area de Educación Cristiana de nuestra Iglesia local
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