martes, 10 de junio de 2008

En busca de un Padre

Ricardo Fantini

El deterioro de la función del padre en nuestra sociedad es triste y alarmante. La imagen paterna está relacionada directamente, en algunos casos, con la ausencia, y en otros con la distorsión. Es penoso ver como cada vez más, se está repitiendo un modelo recibido: la ausencia del papá.

Llama la atención ver en la Escritura que Dios, el Padre celestial de Cristo, seleccionó cuidadosamente un padre terrenal para el niño Jesús. Comúnmente la figura de José es pasada por alto, siendo apenas es depositario de alguna mención junto al pesebre de Nochebuena. Luego desaparece totalmente de la vista. Mucho de esto tiene que ver con que las menciones bíblicas a su persona son breves. Aún así, hay mucho que podemos aprender de él.
No disponemos de mayor información respecto de su origen, salvo que se llamaba José, que era descendiente del rey David (Mateo 1.18; Lucas 1.27) y un artesano de la madera. La tradición lo presenta como un hombre viudo, bastante mayor que María, su prometida con quien todavía no estaba casado.

Pero una característica clave se resalta de él: era un hombre justo (Mateo 1.19). Por su actitud posterior, es evidente que el respeto por Dios y la obediencia a sus preceptos eran marcas claras en su persona. No obstante, debió enfrentar un serio problema: aceptar la noticia que su prometida le hizo sobre su inesperado embarazo y las poco lógicas explicaciones que le dio al respecto. No descartamos la sorpresa y la confusión de sentimientos que se operó en este hombre. Debió haber sido muy difícil entender y encontrar sentido inicial a esta misión especial que recaía sobre él (Mateo 1.20).

José recibió instrucciones claras de parte de Dios. Su misión era darle provisión material, contención emocional y cobertura social al Niño Dios que iba a nacer. Su participación fue decisiva para la puesta en marcha del plan redentor de Dios hacia toda la humanidad. Si hubiera sido otro padre desertor, todo se habría desbaratado.

Podemos trazar el comportamiento paternal de José por medio de las siguientes pinceladas:
- Asumió la paternidad con valentía y con responsabilidad (Mateo 1.24,25).
- Fue el primero en aceptar por fe el misterio de la encarnación de Cristo, sin contar con ningún tipo de formación doctrinal o teológica para ello.
- Le dio un nombre al niño: Jesús, que significa “Salvador” (Mateo 1.21). Para la cultura judía, dar nombre a alguien implicaba asignarle un rumbo a su vida. El nombre del niño perfilaba su destino: la cruz.
- Fue un marido para la madre terrenal de Jesús (Mateo 1.24). Pudiendo haberse borrado, se mantuvo a su lado.
- Fue un padre presente y responsable para Jesús (Mateo 1.25). Aunque era Dios, siendo niño Jesús necesitaba de su abrazo y de su guía.
- Como padre, asumió plenamente su función sacerdotal, trazando una clara referencia formativa espiritual (Lucas 2.21-24). Jesús pudo crecer de manera integralmente sana (Lucas 2.39,40).
- A su lado, Jesús pudo crecer seguro (Mateo 2.13-15,19-23). Se ocupó por la protección y el pleno bienestar del niño.
- Le enseñó un oficio a su hijo “adoptivo” (Mateo 13.55; Marcos 6.3).
- Nunca se lavó las manos. Mientras vivió con su familia, fue un padre presente y activo (Lucas 2.43-50).

Todo lo que José hizo por Jesús representa la principal carencia de muchos de nuestros niños. Todo lo que Jesús fue, humanamente hablando, fue porque tuvo el padre terreno que tuvo.
La paternidad es una empresa difícil; exige valentía, presencia, compromiso y responsabilidad. Todo esto estuvo presente en José. Tal vez, también humanamente hablando, José no tuviera demasiadas condiciones. Pero lo que sí tuvo bastó: dependencia de Dios y obediencia a su palabra. Del resto se encargó Dios mismo. Que su ejemplo nos haga reflexionar, no tanto en el padre que nos hubiera gustado tener, sino en el padre que quisiéramos ser.

¡Bendecido Día del padre!

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