jueves, 14 de abril de 2011

El Lavamiento de Pies

EL LAVAMIENTO DE PIES

Un rito que incomoda

El evangelio de Juan nos narra el momento, previo a la última cena, en que Jesús lava los pies de sus discípulos (Juan 13.1-17). Algunas iglesias han mantenido la recreación de este gesto, convirtiéndolo en parte del ritual del Jueves Santo. Otras han preferido pasarlo por alto.

El eje del relato está dado por las acciones de Jesús. Él, que había amado a los suyos hasta el extremo, tenía clara conciencia de que su hora estaba por llegar y esa cena compartida era su última oportunidad de estar en comunión íntima con sus amigos antes de morir. Repentinamente se levanta de la mesa, se quita el manto y se dispone a una actitud servil: lavar los pies de cada uno de sus discípulos, incluyendo a quien había de traicionarlo.

Si bien el evangelio de Lucas no registra este gesto, nos aporta detalles adicionales que nos permiten comprenderlo mejor. Menciona el cántaro con agua que se requeriría para el lavado (Lucas 22.9-12) y, fundamentalmente, refiere la discusión surgida entre los discípulos en torno a quién de ellos sería el más importante (Lucas 22.24-27). Jesús les dice: “Yo estoy entre ustedes como uno que sirve”, y respalda sus palabras con su actitud y disposición. Sin duda, el sentimiento de orgullo que había provocado el altercado impidió que cualquiera de ellos se ofreciera para suplantarlo en una acción reservada para el sirviente menos digno de la casa.

Una vez que hubo terminado, Jesús se coloca el manto y vuelve a su lugar, iniciando un diálogo que ayude a sus discípulos a comprender lo que había hecho. La esencia se concentra en la purificación completa de la vida: no sólo el cuerpo, sino también los pensamientos, los sentimientos y las intenciones. Les había dejado un ejemplo con el deseo de que ellos lo continuaran haciendo unos a otros.

Su expresión “Dichosos serán si lo ponen en práctica” ha sido leída como una sugerencia y no como un sacramento u ordenanza, lo que brindó la excusa para rehusarse a practicarlo. Pero tal vez, más que por razones de interpretación dogmática, el desuso en que cayera este rito pasara más por otras cuestiones.

Pudiera haber influido su vinculación con la exposición y el contacto con los pies del otro. No podemos pasar por alto que los pies, mayormente cubiertos y disimulados, tienen una fuerte carga de erotismo que cuesta manejar en público. Sin embargo, hay además otros aspectos que tornan el lavamiento de pies en un rito incómodo.

Por medio de este acto Jesús nos propone un modelo de liderazgo diferente del que estamos acostumbrados a ver y ejercer. Nos descubre un liderazgo que se lleva a cabo desde el suelo y no desde la plataforma. No hay que perder de vista el hecho de haberse quitado el manto, lo que nos habla de un líder que está dispuesto a desprenderse de títulos, credenciales, vestimenta u otros signos que remitan a una jerarquía distintiva. Pero, también, el volverse a colocar el manto nos presenta a un líder que no por eso renuncia a su posición o se desentiende de su responsabilidad.

El gesto nos habla también de un liderazgo que se ejerce de la misma manera para con todos, no solamente hacia los que nos lo siguen o nos son afines. En el aposento alto, Jesús también le lavó los pies a Judas, a quien en nuestra tradición cristiana identificamos como traidor.

Es cierto que esta acción se encuadra en el contexto de las costumbres y necesidades de la época. En los tiempos bíblicos, por medio de esta atención se proporcionaba a las visitas la posibilidad del alivio de la caminata y del viaje. A fin de actualizarlo, podemos identificar cuál sería hoy su paralelo para nosotros. Me parece que el apretón de manos e incluso el beso se han tornado tan habituales que su significado afectivo puede haberse diluido. Tal vez el abrazo puede darnos la oportunidad de esa intimidad y contacto que desafíe la distancia que se produce entre el líder y los liderados, o entre los condiscípulos. Y qué decir de la iniciativa de abrazar, sobre todo, a quien nos contradice, nos traiciona o consideremos nuestro enemigo.

Este jueves santo podemos intentar otras formas de recrear el gesto y fortalecer nuestros vínculos fraternos.


Ricardo Fantini

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