Hace un par de domingos, durante el culto en
Muchas veces vivimos prisioneros, de nuestros temores y prejuicios, atados a viejos modelos creyendo que ellos son inamovibles. Prisiones que nos oprimen y nos oscurecen. Muchas veces somos ciegos no sólo físicamente hablando, sino que no nos permitimos ver el vaso lleno, y solemos ver solo la mitad del mismo. No podemos ver el milagro de transformar el agua del ritualismo por el vino de la alegría y el amor. No hay peor ciego que el no quiere ver y no hay peor sordo que el que no quiere oír.
Nuestras vidas y nuestra comunidad necesitan del Cristo que libera y sana; que libera de éstas y otras ataduras; que nos sana y nos regala la posibilidad de poder percibir lo que hasta ayer no había querido o podido ver. Necesitamos poder escucharnos unos a otros, respetando nuestras diferencias; libertad para amar, libertad para ser felices, libertad para ofrecer la vida si fuera necesario por mi hermano y hermana; libertad para decidir y aceptar
Nuestra comunidad y cada uno de nosotros y nosotras debemos clamar para que aquel que dijo que el Espíritu de Dios lo había ungido, nos unja y reconozcamos en la mirada, en el gesto, en el abrazo, en la lucha cotidiana, al hermano y hermana, conformantes de una misma familia, la familia de Dios.
Hoy es el tiempo de Yahve, Adonai, Shemah, el Shaddai; hoy es el tiempo de Dios.
EL VIENE A LIBERARNOS!!
Marco Ochoa Jara
Pastor
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