Pero por qué no pensarlo desde otro ángulo, y el imaginario me hace pensar en esa oveja, que estará sintiendo, frío, hambre, sed, miedo, angustia o quizás está adolorida por algún golpe. Está mirando de un lado a otro, su balido es cada vez más débil, se siente desfallecer.
Y quizás se le haya cruzado por la mente de esta oveja, “el pastor ni se habrá dado cuenta que falta una oveja, tiene tantas”.
Pero cuando ve a lo lejos que se acerca alguien parecido a su pastor no puede balar, el frío le ha entumecido, y se esfuerza pensando que no la iba a ver, pero sin embargo el pastor ya la había divisado a lo lejos, se acerca, la observa, la va palpando viendo si tiene algún hueso roto. Saca de su alforja agua y le hace tomar. La levanta suavemente, y a la oveja le hubiera gustado poder hablar y agradecerle, pero solo atina a acurrucarse, buscando el calor humano del pastor, su amigo.
Lo mismo es nuestra vida cuando pensamos que ya nadie se acuerda de uno. Muchas veces nos hemos sentido completamente solos. Pero…
Alguien escribió y decía:
Había una vez un hombre que tenía que viajar de un pueblo a otro, no había otra forma de llegar que caminando, así que se dispuso a caminar. Al comenzar la caminata se encuentra con un rostro conocido, ese rostro que tantas veces había visto en imágenes y pinturas, era al mismo Jesús. Y le pregunta, ¿Eres Jesús? Y le contesta que si, y que le gustaría viajar junto con el, se podrían acompañar mutuamente. Así lo hicieron.
El sol era abrasador, le quemaba la cabeza, el rostro, el cuerpo de este pobre hombre. A mitad de camino comenzó a sentirse mal. Sentía que le pesaban las piernas, la cabeza le daba vueltas, le dolía duramente y de pronto no pudo recordar más, cayó desmayado.
Pasaron las horas y al despertarse y como no recordaba lo que le había pasado luego de que el se sintiera descompuesto, miró a un lado y a otro buscando a Jesús y no lo encuentra. No reconocía el lugar donde estaba ahora. Pensó, “quizás por la fiebre habré caminado sin darme cuenta, pero, ¿y Jesús?
Mira hacia atrás por el camino y observa sólo un par de huellas y dijo: “pero, como pudo ser posible que en el momento en que más lo necesitaba, Jesús me dejó sólo, ¿donde estaba? me dejó sólo” y en medio de esa reflexión y cuestionamiento se escucha la voz de Jesús que le dice: Porque decis que te dejé sólo?
Y el hombre le contesta, “ porque sólo veo un par de huellas que seguro fueron las mías”.
Jesús con esa dulzura y paciencia infinita le dice:
“Acaso no te has dado cuenta que cuando estuviste enfermo, desmayado, yo te levante con mis brazos y te llevé cargado como un tierno bebé mientras tu dormías, ¿pensabas que te iba a abandonar?”
Ese es El Buen Pastor. Quien está acompañándote aunque tu no lo sepas, el que te levanta y te hace descansar.
No estamos solos
El no nos abandona.
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